domingo, 16 de octubre de 2016

EL TERAPEUTA Y LA SOMBRA EN LA NUEVA ERA




Autor desconocido

Para que las ramas de un árbol lleguen al cielo sus raíces deben tocar el Infierno Lema Alquímico Medieval

El término Sombra fue introducido por el psiquiatra suizo C.G. Jung dentro del lenguaje psicológico para referirse a una parcela de nuestro inconsciente personal. En la formulación de su teoría afirmaba que el hombre, en su trabajo de autodescubrimiento y autoconocimiento debía ir integrando a su psique los elementos inconscientes, con la finalidad de tener una mayor conciencia de sí mismo en el camino hacia la Individuación. Es decir, para llegar a convertirse en lo que realmente es y así desarrollar su potencial individual.

La Sombra está referida a los contenidos de nuestra psique oscuros y rechazados, no reconocidos, que tendemos a colocar fuera de nosotros. Se puede afirmar que a menor conciencia de la Sombra, mayor dominio de ella sobre nosotros. Conductas tales como “estar fuera de sí”, “perder el control”, “sentirse desbordado” son clave para identificar las situaciones en que se manifiesta. Afirmar: “no sé lo que me pasó”, “me sentí poseído por una fuerza ajena”, “yo me comporté así… pero en realidad no soy así”, son descriptivas de la acción de la Sombra. ¿Cómo podemos ser diferentes de como nos comportamos? Esta incongruencia nos está diciendo que alguien más domina nuestros actos y es necesario averiguar quien se esconde detrás de nuestra voluntad.

Las imágenes arquetípicas asociadas a la Sombra son aquellas que no resultan gratas a la conciencia: la ira, la avaricia, la mentira, la dependencia, el orgullo, el racismo, lo grotesco, la hipocresía, la muerte, el dogma, la codicia, la insensibilidad, la locura, entre otras. Todas ellas son expresiones inferiores de la naturaleza humana, pero humanas al fin, tan humanas y reales que nos topamos con alguna de ellas a diario. Rechazar, negar, culpar a otros, dar explicaciones demasiado elaboradas sobre nuestro actuar irracional, son mecanismos para defenderse de la Sombra. Callar y mirar dentro de sí puede ser un primer paso para su reconocimiento. Esto toma tiempo y compromiso. Jung, al respecto afirmaba que constituía un esfuerzo moral el trabajo de confrontación con la propia oscuridad.

Si la Sombra por definición es inconsciente, ¿cómo podemos identificarla? Debemos servirnos de los símbolos, los sueños, los actos fallidos, las proyecciones. Sólo a través del trabajo de auto-observación y reflexión podemos empezar a reconocer los elementos arcanos de nuestra psique inconsciente.

La sabiduría contenida en los mitos tiene mucho que decirnos al respecto. La Gorgona Medusa petrificaba con su mirada a quien osara desafiarla, mirándola directamente a los ojos, y sólo Perseo pudo vencerla enfrentándola a través de su escudo, por reflejo. Esta imagen nos da una respuesta sobre el trabajo de Sombra: si nos sumergimos en un viaje hacia la oscuridad sin estar preparados, podemos quedar petrificados, helados de horror. Pero también nos dice que es el “otro” quien refleja aquello que no queremos ver en nosotros.

En las profesiones de asesoría y/o ayuda, se espera que todo terapeuta pueda ser un canal afinado y depurado para realmente poder prestar una labor eficaz. Si queremos que el agua fluya limpia y cristalina, debemos periódicamente limpiar de desechos sus canales. Si deseamos que un violín suene de manera armónica, es necesario afinar sus cuerdas. De igual manera, quien se dedique al trabajo terapéutico o de asesoría, debe realizar en sí mismo un trabajo de revisión personal, lo que ineludiblemente debe incluir el trabajo sobre la Sombra. Para Jung la primera parte del proceso terapéutico estaba enfocada en el estudio de los elementos Sombra de la personalidad para posteriormente adentrarse en la exploración de arquetipos más profundos.



El terapeuta, además de su trabajo de auto observación, debe tener conocimientos mínimos sobre el funcionamiento de la psique, de los mecanismos de defensa, de los procesos inconscientes que ocurren entre terapeuta y consultante, de las dependencias mutuas, idealizaciones, proyecciones, etc. Esto no garantiza el éxito de la terapia o consulta -si de éxito podemos hablar- pero proporciona un punto de partida medianamente sólido, además de responsable.

En las últimas décadas, el boom New Age masificó el arte terapéutico y lamentablemente gran cantidad de personas asumieron el rol sanador/curador sin la preparación adecuada. La nueva espiritualidad propone el encuentro con lo Divino excluyendo la exploración y depuración de las partes más groseras de la psique humana, vendiendo la trascendencia y la iluminación en cursos de fin de semana. Se asegura el contacto con entes angélicos y con el Yo Superior en unas breves y pocas sesiones.

Esta espiritualidad light, que ha ido edulcorando todo a su paso, simplemente niega y aparta a la Sombra, no contempla un trabajo interior de confrontación honesta consigo mismo. Lo oscuro ahora ha tomado matices rosados. Los arquetipos naturalmente densos también participan de esta ligereza, de manera que levitan entre nubes de algodón. Se ha banalizado el sufrimiento, porque se lo rechaza ¿Cómo un terapeuta que no ha tenido la intención de realizar un trabajo de revisión personal pretende guiar a otros en momentos de oscuridad?… Corren ambos el riesgo de quedar petrificados frente a la aparición de Medusa. ¿No sería más honesto empezar a depurar el Yo inferior para luego, aspirar al Superior?

La Sombra puede manifestarse de múltiples maneras en el quehacer terapéutico/holista. Aparece como Ego inflado en la convicción tácita de ser todopoderoso, es allí que nos identificamos inconscientemente con el arquetipo del Mago. “Yo soy quien tiene el saber, yo soy quien posee los poderes divinos, yo soy quien contacta con las fuerzas superiores”. Por ejemplo, esto se hace evidente hoy en día con la gran proliferación de “canalizadores”. No pongo en duda que existan personas que realmente tengan la facultad y el don de contactar con seres espirituales, sin embargo pareciera que súbitamente el don de la canalización ha sido otorgado en masa. ¿Cómo saber que la información recibida no es una proyección del mundo personal del canalizador, o bien de sus deseos y fantasías inconscientes? Esto puede ocurrirle a terapeutas experimentados, astrólogos, tarotistas y sanadores. Todos aquellos que nos dedicamos a trabajar con el "otro" somos vulnerables a la influencia de la Sombra. Reitero la idea de que un “canal” debe estar muy limpio para poder realmente transmitir información confiable y energía de vibraciones elevadas. Por otra parte, la discriminación es el sentido que debería estar más alerta y agudo en el caso del receptor.

Desde el análisis del Ego, es interesante analizar la Sombra como orgullo espiritual. Muchos que se hacen llamar maestros, gurús o se venden como líderes espirituales muestran conductas veladas de fanatismo, sectarismo e intolerancia. Descalifican a aquellos que no pertenecen al mundo de la “espiritualidad” mirándolos del hombro hacia abajo, predican la empatía y la compasión pero no la practican. A este respecto, la congruencia entre el decir y el hacer es importante para discriminar el equilibrio interior y el nivel de conciencia de quien pretende ser un Maestro. Además, valga la acotación, el verdadero Maestro nunca pretende serlo, sencillamente lo es.

Otra manifestación de la Sombra es la charlatanería; aparece cuando utilizamos de forma oportunista la información o el conocimiento oculto para proteger y justificar las conductas del consultante o las propias. También cuando se utiliza para hacer interpretaciones o análisis no solicitados. Freud afirmaba que toda interpretación fuera del contexto terapéutico era considerada una agresión. A esto me refiero con los astrólogos de fiesta o los tarotistas de salón.

La Sombra también puede aparecer como poder, en la dependencia que generamos en el consultante: nos consultan queriendo burlar al destino pero paradójicamente no toman decisiones sin el consejo del "brujo" . Creo que quien tiene una mínima comprensión de los mundos espirituales sabe que todas las experiencias son necesarias para crecer en conciencia. Y la conciencia no se inyecta desde afuera. Se adquiere ó por vivencia ó por reflexión. Generalmente por la primera, mientras que por reflexión, se mira hacia adentro. La vida debe ser vivida con conciencia personal. No podemos prestar al consultante un Ego ficticio compuesto de símbolos para él carentes de significado. Una vez llegué a escuchar: “mi astrólogo me dijo que viajara este año porque Júpiter lo tengo en la Luna… o algo así ....

El orgullo intelectual puede ser otra expresión de la Sombra. El lenguaje rebuscado y adornado que oculta nuestra propia ignorancia e inseguridad. De nada sirve hablar en un lenguaje técnico incomprensible para el consultante. Debemos desarrollar la capacidad de llegar al cliente de forma clara y sencilla, además de cercana. Recordemos que somos, fundamentalmente, traductores de símbolos.

Una vez que podamos tener un poco de mayor claridad sobre nuestras verdaderas motivaciones como sinceros buscadores, -dispuestos a confrontarnos- es que tal vez podremos cambiar desde adentro la imagen Sombra dentro de la Nueva Era que se mueve en el colectivo. Sólo entonces empezaremos a transitar hacia otro nivel de conciencia que nos permitirá profundizar sobre nuestra propia naturaleza y aspirar, desde lo profundo, a los mundos superiores.

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